Piel muerta

Piel muerta explora la fragilidad de la estabilidad emocional y de la identidad. Mediante la fusión de procesos fotográficos —infrarrojo, digital, analógico, triptografía y escaneado de materiales— la serie se mueve en una ambigüedad deliberada que desdibuja los límites entre lo orgánico y lo artificial, entre lo consciente y lo inconsciente. Cada imagen es como un trozo de piel muerta que se desprende, sustituida por una nueva piel que también habrá de desprenderse. La obra reivindica la conciencia de la presencia de las cosas, mientras evoca una visión de la naturaleza que incorpora lo artificial como parte de ella. Cada obra está compuesta por tres fotografías montadas en metacrilato y reveladas en papel baritado de gelatina de plata.

Dead Skin A Dead Skin B
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Fotolibros

Autorretrato en Dongguan

Tokyo

Kosmos

Entre 10 y 40 horas de tiempo de exposición a la luz para cada imagen: así la fotografía confiesa su naturaleza temporal —nunca un instante puro, siempre un tiempo con principio y final. Siete filtros, siete versiones de la misma cosa, se superponen hasta formar una realidad que no pretende ser definitiva: toda realidad es construcción. La única realidad es la conciencia del eterno ahora. Ahora es siempre, y siempre es ahora.

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Retrato de David Quiles-Amat